¡ENSÉÑALE A COMER!

Comer es un instinto, pero comer bien es un hábito que se aprende. Igual que enseñamos a nuestro hijo a vestirse solo o limpiarse los dientes, podemos acostumbrarle a vivir el momento de la comida como algo agradable, a no eternizarse delante del plato...
Eso sí, estas actitudes no se aprenden de la noche a la mañana, forman parte de un proceso educativo que exige tiempo y constancia. Y además, como todo hábito, si el niño no lo adquiere durante los primeros años de vida le costará más esfuerzo en el futuro.
¡Los 7 secretos del éxito!
MANTENER UNA ACTITUD POSITIVA:
Haz de la comida un momento agradable y, cuando hables de alimentos, enfócalo bien. En lugar de decir al niño "te guste o no, hay espinacas", puedes decir "hoy hay espinacas, ¡qué buenas!"
DARLE NOVEDADES POCO A POCO:
Los expertos recomiendan que la incorporación de nuevos alimentos a la dieta del bebé se haga a intervalos de dos o tres días. Se actúa así para evitar problemas si el niño es alérgico a alguno, pero también es eficaz para acostumbrarle a los nuevos sabores.
DEJARLE PARTICIPAR:
Hacia los 6 meses tu hijo podrá coger algunos alimentos con las manos. Permíteselo, aunque se manche. Y cuando le des la cuchara, quizá intente llevarse algún trozo a la boca él solo. Deja que lo intente aunque la mitad acabe en el suelo. Entra dentro del proceso de aprendizaje y le hará interesarse por la comida.
MOTIVAR EN VEZ DE REGAÑAR
Un halago o un comentario positivo será un estímulo mayor para tu hijo que una reprimenda. Si está haciendo un esfuerzo para comerse la sopa, refuerza esa acción con algún mensaje agradable. Al verte feliz, lo repetirá. Por otro lado, los incentivos son un buen recurso porque motivan al niño, así que en alguna ocasión ofrécele pequeñas recompensas a su esfuerzo, como leer un cuento juntos. Eso sí, es importante que la idea surja de ti, no de él.
ACTUAR CON FLEXIBILIDAD
No se trata de que el niño decida el menú, pero si de vez en cuando le dejas elegir ciertas cosas, se sentirá valorado. Antes de la cena, puedes preguntarle si prefiere judías o acelgas, por ejemplo; de todos modos comerá verdura, que es el objetivo, y lo hará más convencido. Tampoco es negativo recurrir alguna vez a pactos: si un día no consigue acabarse el plato, utiliza fórmulas como "acábate esta mitad", o "sólo dos cucharaditas más". De esta forma verá que le entiendes y eres flexible, pero que eres tú quien marca la pauta.
PONERLE LAS COSAS FÁCILES
Por ejemplo, si un plato le cuesta, ofréceselo en la comida mejor que en la cena, cuando está más cansado. O si tu hijo es de los que se cansan de masticar y "hacen bola" con la carne, una buena solución es presentarla en forma de albóndigas o croquetas; tendrá el mismo valor nutritivo y él se la comerá mejor.
RECURRIR A LA IMAGINACIÓN
A menudo los niños dejan de comer porque se aburren. Amenizarles la comida o presentar el plato de forma atractiva son formas de evitarlo. Prueba con una sopa de pasta de letras o animalitos, o un pescado con verduritas colocadas en forma de arco iris... y háblale sobre ello.

¡Los 7 errores que no debemos cometer!
OFRECERLE OTRA COMIDA:
A veces los niños se niegan a tomar la comida que tienen delante y exigen otra cosa, o no quieren comer nada que no sea su plato favorito...
OBSESIONARSE:
Los niños tienen un radar infalible para detectar el estado de ánimo de sus progenitores. Si te pones nerviosa, él se contagiará de tu actitud o se reafirmará en su oposición.
DESCARTAR ALIMENTOS:
No dejes por imposible ningún alimento: seguro que encuentras alguna forma de cocinarlo que le guste a tu hijo. Si un pescado entero no le apetece, prueba con pasta con atún o croquetas de bacalao. Eso sí, si pese a haber probado de distintas formas con algo, tu hijo lo rechaza rotundamente, déjalo y vuelve a intentarlo unos meses más tarde.
OBLIGARLE A COMER A LA FUERZA:
Sólo lograrás que asocie la comida a un mal rato. No hace falta que siempre deje el plato limpio; si ha comido un poco y ya no tiene más apetito, otra vez comerá más. Y si un día se niega a comer, no le obligues; quizá no se encuentre bien.
DEJARLE PICAR ENTRE HORAS:
Es un mal hábito y, normalmente, sinónimo de tomar chucherías. Aunque tu hijo no haya comido bien, no le des nada al cabo de un rato para que así tenga algo en el estómago: lo aceptará, pero le quitará el hambre para la próxima comida.
HOMOGENEIZAR SABORES:
Aprovechar los purés para añadir esa verdura que no le gusta, camuflar gustos con salsas... Alguna vez puede ser necesario recurrir a este truco. Pero conviene que, en todo caso, sea una excepción, ya que así el niño no se acostumbra a probar cosas nuevas y va cogiendo manías que cada vez costará más eliminar.
LLENARLE EL PLATO A REBOSAR:
La visión de un gran plato lleno puede desanimar a un niño mal comedor; es mejor presentar un plato ligero y añadir algo más si quiere repetir. Además, ten en cuenta que a veces se tienen expectativas poco realistas respecto a la cantidad que debe ingerir un niño. Por ejemplo, preparar primero, segundo y postre puede ser demasiado, sobre todo en una cena. En su lugar, es mejor optar por un único plato combinado.

